Simios vs políticos.
Antes de nada, me gustaría pedir perdón a todos nuestros hermanos del reino animal, los simios, pertenecientes a la familia de los primates, nosotros, con los cuales compartimos el 99% del ADN, por mi despropósito a la hora de realizar el símil que estáis a punto de leer y por la ingente cantidad de improperios que ello supone hacia nuestros hermanos animales. En cuanto a los políticos, no espero demasiado, como siempre, pero si espero que agradezcan el honor que supone haberlos comparado con los simios.
Empezaré con una pequeña introducción:
El ser humano es el animal del planeta más evolucionado, el racional, el que tiene capacidad de pensar, juzgar, discernir lo bueno de lo malo, entre otras cosas, y tomar decisiones en base a sus conclusiones, aunque a veces lo dudo. Estas capacidades que nos distinguen del resto de las especies también hacen posible que exista el ego, nuestro mayor enemigo y precisamente el causante de que no usemos con eficiencia dichas capacidades, pero ese es otro tema. En fin, que estamos en la parte más alta de la pirámide evolutiva y somos los putos amos del planeta ¡y punto! (esto último es una muestra de ego e ironía para los que andan perdidos).
Esta capacidad de raciocinio me ha llevado a pensar que el político es una nueva especie, tal vez el eslabón perdido homo ridiculum, y por lo tanto, a escribir este artículo y a la siguiente conclusión. Ahí va:
“A mis amigos, los políticos.
No sois más que ridículos monos de traje y corbata postrados ante el capitalismo salvaje suplicando, como yonkis enfermizos, la aprobación de los vuestros y de parte de la ciudadanía que os vota para reconfortar vuestro ego. Monos mezquinos movidos por la indigencia de la codicia y el interés. Monos insensibles carentes de sentido común capaces de anteponer, a la mismísima patria, por un cachito del ansiado poder. Monos ególatras que habéis olvidado, y no os interesa recordar, el concepto de la unidad y el bienestar general”.
Es lo más benevolente que se me pasa por la cabeza cuando veo que portáis la irracionalidad por bandera, pero estoy en mi derecho de expresar la inutilidad que percibo día tras día. Espero que lo entendáis, y si no lo entendéis, resignaos y aceptadlo, al igual que hago yo con vuestro comportamiento. Realmente me gustaría pensar solo eso, pero muy a mi pesar, creo que no sois solo unos simples simios imbéciles. Creo que sois peores… —resoplo—, y que actuáis como unos jodidos y puñeteros seres macabros tan retorcidos que, compinchados y a nuestras espaldas, reñís en el circo con el propósito de hacer creer que la política es muy importante y complicada. Que así nos mantenéis entretenidos mientras os pasáis el chiringuito de mano en mano para conservar vuestros repugnantes traseros en sillones importantes. Que sin vuestros estúpidos ideales nada tiene sentido. Que sois el mismo perro con distinto collar. Que el país os necesita y que sois imprescindibles. Que… un largo etc. Y creo que os equivocáis, pues si algo nos enseña continuamente esta vida es que, no hay nada imprescindible, ni si quiera nosotros como raza. Y también creo que lo pagaréis, pero el coste por vuestras irresponsabilidades no se podrá saldar en esta vida, ni en la siguiente, sino en varias.
